Matar el Recuerdo

 

Para muchos el título de la presente nota parecerá un contrasentido teniendo en cuenta la política seguida en las entregas anteriores durante casi 3 años, pero en realidad la vida y su curso es un contrasentido como se verá más adelante.

 

Es que alguien, con bastante razón y conocimientos científicos, afirmó que la memoria es un reino del que no nos pueden expulsar. En efecto, el proceso de guardar información en las neuronas se ha descubierto que se inicia mucho antes de que tengamos uso de razón, parece que desde el claustro materno. El cerebro va grabando en su “disco duro” imágenes, hechos, acontecimientos, palabras, olores, sabores, experiencias, agradables y desagradables. Y no se queda allí establece un archivo de varias carpetas, esto es, lo grato y lo ingrato, lo banal y lo profundo. Con esos antecedentes parecería que esa película permanece imborrable por los siglos de los siglos hasta que el sujeto muere.

Lamentablemente las cosas no son así de sencillas. El envejecimiento conlleva el problema del deterioro que significa en otras palabras, degeneración de la célula e incapacidad funcional de la misma. Eso sucede en el caso de la Demencia Senil Tipo Alzheimer, o en cualquier otra enfermedad degenerativa del cerebro, en las que se borra definitivamente el cassette y nos quedamos sin película, a veces, hasta sin vocabulario con el que comunicarnos con el resto de seres humanos

 

Si desde el punto de vista mecánico podemos perder toda una existencia de vivencias, existe un factor denominado la voluntad por el que podemos destruir lo acumulado con o sin esfuerzo. Habéis oído de la gente que incluso cambia de ciudad, de trabajo, hasta de aspecto físico para olvidar. 

Y aquí es justamente que reside el contrasentido de la nota, pues a lo largo de los artículos anteriores pregonamos formas para conservar la memoria, no precisamente para perderla. Sí la voluntad es poderosa y una arma de doble  filo, con ella podemos destruir un pasado y crear un nuevo presente, podemos parcialmente borrar lo que deseamos, e igualmente, inventar una realidad diferente a la que vivimos en determinados instantes adornándola con ingredientes que con el tiempo los agregamos a nuestro arbitrio.

 De eso trata un filme francés titulado  COMO MATE A MI PADRE, en el que el protagonista principal, un medico geriatra exitoso, trata de olvidar la experiencia dolorosa del abandono de su padre, de una infancia y juventud en la que se desarrolló sin  su cariño, la que había enterrado después de su último encuentro y que se activa, con una riqueza dramática increíble, al llegarle una carta en la que le comunican su fallecimiento.

 He ahí otro detalle que la película nos ofrece acertadamente, no importa el tiempo, no importa lo que hagamos para matar los recuerdos, éstos pueden regresar automáticamente ante un mecanismo simple que los restaura, un olor, una carta, un plato de comida, un color, un vestido, una situación similar, una persona parecida. Unicamente la voluntad es la que nos permite desecharlos o detenernos en ellos.

 Entonces, solo usted amigo lector, y solo usted, es responsable de su memoria, salvo que padezca de un proceso destructor del que no puede librarse volitivamente.

tro articulo.

Autor: 

Dr. GUEVARA D´ANIELLO ALDO
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